martes, 20 de julio de 2010

Star Trek: La Última Misión

Capítulo 7
En busca de Jim.

Spock se despertó con el inconfundible vaivén del océano. Miró a su alrededor y sólo vio un pequeño camarote. En seguida pensó: "Una goleta inglesa, Siglo XVI aproximadamente". Después se levantó. Tanteó un momento y por fin encontró lo que buscaba: Su traje de primer oficial de la Flota de Su Majestad, perfectamente planchado y colocado en una percha, preparado para su despertar. Sin tiempo para pensar se lo puso y salió a cubierta. El sol brillaba alto, reflejándose en los torsos desnudos de los marinos. Contempló el barco, el océano, las velas hinchadas por el viento.... Hasta que una voz familiar lo sacó de su letargo.

- Bienvenido al Enterprise, señor Spock.
Venía del castillo de popa.
- ¡Almirante Kirk!
- ¡Ojalá! -le respondió la misma voz- pero a menos que tenga usted noticias más recientes soy el Capitán Kirk, de la Armada de Su Majestad. ¿Por qué no sube aquí y charlamos más cómodamente?
Spock obedeció
- Discúlpeme, me siento algo confuso.
- Lo comprendo, lleva durmiendo muchas horas, hace casi dos días que le recogimos de aquel bote.
- ¿El bote?
- Sí, aquel en el que usted se encontraba. Al parecer su barco naufragó y es usted el único superviviente. Como ya le he dicho, soy el Capitán James T. Kirk y se encuentra usted en mi barco: El Enterprise... Ahora respóndame usted: ¿Por qué me ha llamado "Almirante"?

Spock no tuvo mucho tiempo para pensar, así que contestó lo primero que se le pasó por la cabeza:

- He sido encargado por la Flota para comunicarle su ascenso al grado de Almirante. Me temo que la certificación de su nombramiento está ahora fuera de mi alcance, pero si quisiera volver a la base seguro que todo podrá ser arreglado.
- ¿A la base? Ni hablar. Ya es la segunda vez que me ascienden, y creo que la primera ya les dejé bien claro que por nada en el mundo dejaría el mando de mi barco. Lamento que haya estado usted a punto de perder la vida por hacerme llegar un mensaje tan inútil.
- Debo rogarle que reconsidere su respuesta, Almirante.
- ¡No lo haré! Éste es mi barco y esta mi tripulación, y no los abandonaré a no ser que muera.
En cubierta se empezaba a escuchar un murmullo creciente, y había más cabezas mirando hacia arriba a cada nueva palabra que Spock pronunciara.
- ¡Señor Scott! ¡Me parece que sus hombres necesitan algo de disciplina!

Spock miró al destinatario de estas palabras, y no se sorprendió al encontrar a Scotty abajo en cubierta, supervisándolo todo y ahora contestando al capitán.

- ¡Si señor! ¡Vosotros, esta es una conversación entre caballeros! ¡Seguid con vuestro trabajo si aún queréis comer!
- Fascinante
- ¿Decía algo, señor Spock?
- Nada capitán.
-Bien. Por cierto, mi primer oficial se encuentra enfermo, y me estaba preguntando si le importaría ocupar su puesto... provisionalmente.
- Será un placer, capitán.
- Entonces venga conmigo. Ya conoce al señor Scott, así que ahora le presentaré al resto de los oficiales... ¡Timonel!
- ¿Señor?
- Mantenga el rumbo.
- A la orden.
- Este es Sulu, nuestro timonel... Ahora, si quiere seguirme...
- Usted primero, capitán.

Se dirigieron a la puerta por la que momentos antes el propio Spock había salido, aunque esta vez pasaron el primer camarote y siguieron unos pasos más allá, hasta una puerta que Spock supuso sería la sala de mapas. Una vez allí, el capitán habló de nuevo:

-Señores, les presento al señor Spock, teniente de la Flota, que sufrió el naufragio de su barco cuando se disponía a cumplir una misión inútil.
- Sea bienvenido al Enterprise, teniente.
- Éste es nuestro doctor de a bordo: el señor Leonard McCoy. A su izquierda tiene usted a nuestra cartógrafo, la señorita Uhura. Falta el señor Chekov, nuestro piloto de reserva, que en estos momentos se encuentra descansando, pues tiene el turno de noche.

Relato de JUAN TERUEL RAMON.

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