martes, 6 de julio de 2010

Star Trek: La Última Misión


- Muy bien caballeros -Ahora habló Scotty, que había llegado con Chekov, pero que se había mantenido callado- Y no nos olvidemos de su teoría sobre el bienestar de la mayoría y de la minoría que utilizó para entrar en el reactor y salvarnos a pesar de la radioactividad.

El asunto había quedado claro; todos pensaban que Spock tramaba algo, pero no podían imaginar el qué. Apenas habían pasados unos pocos segundos cuando una nueva voz rompió de nuevo el silencio. Eran las 08:30 y la inconfundible voz de Spock resonaba a través de los altavoces: "Me alegra verlos a todos aquí. ¿Van a subir para ayudarme o prefieren seguir ahí abajo discutiendo sobre si me he vuelto loco o no?"

- Maldita sea, creo que voy a acabar queriendo a ese monstruo de orejas puntiagudas -dijo Bones con su habitual sinceridad. Los demás sólo sonrieron y esperaron a que Spock los transportara a bordo.

Todo estaba como siempre; si no fuera por la total falta de gente, el Enterprise hubiera parecido dispuesto para la partida. Los controles estaban encendidos, el ordenador funcionaba a pleno rendimiento y cada puesto de mando esperaba a ser ocupado.

- ¿Y el resto de la tripulación?- preguntó Scotty.
- Sólo iremos nosotros, Señor Scott. La Flota Estelar se sintió sorprendida hasta que vieron su nombre en mi lista. Usted ya hizo que el Enterprise fuera gobernado por un solo hombre, yo pretendo algo más sencillo: que nosotros seis seamos su única tripulación.
- Pero para hacer esos ajustes necesito tiempo -Protestó Scott- La otra vez tuve todo un día.
- Tiene usted razón, Scotty -el apelativo sonó extraño en los labios de Spock, pero nadie dijo nada- sin embargo, además de rebajarle el tiempo le he adelantado una gran parte del trabajo. En realidad sólo quedan unas cuantas conexiones menores para que el Enterprise sea completamente operativo desde el puente. Ahora, si quiere acompañarme, solventaremos esos últimos detalles. Los demás familiarícense con sus nuevos puestos... Doctor
- ¿Sí?, Señor Spock
- A pesar de ser éste un viaje de rutina, he embarcado todo el instrumental médico que consideré conveniente. No estaría de más que fuera a echarle un vistazo... Lo siento, pero no he podido encontrarle ninguna enfermera adecuada, por lo que se tendrá que conformar con el Señor Chekov.
Cuando Spock desapareció en el turboascensor, dejó a cinco perplejos miembros de una tripulación que pensaba haberlo visto todo.
- Justo lo que yo decía: ¡Es demasiado humano!.... Chekov, acompáñeme a ver qué nueva encerrona me ha preparado.
- Voy Doktor.

Aunque Bones se había ido, el silencio en el puente no duró mucho. Todos miraron sus antiguos asientos y los controles: nada parecía haber sido tocado. Sin embargo, una nueva consola se hallaba justo delante de la pantalla principal.

- Seguro que es ahí donde se colocará Scotty -dijo Uhura- si se ha molestado tanto en los detalles, no creo que lo haga quedarse solo en la sala de máquinas.
- Fíjate en la consola. No parece algo nuevo, es como si siempre hubiera estado ahí... Sospecho que, cuando acabó el funeral, Spock no volvió a casa como todos nosotros. Más bien se diría que mientras nos hablaba ya tenía preparado todo esto.
- Eso parece, Hikaru. Casi lo puedo ver trabajando aquí, mientras nosotros nos quedábamos en casa. No estoy muy segura de haberme despertado esta mañana... ¿Y tú?.
Sulu iba a contestar cuando Bones y Chekov reaparecieron.

- Parece que Spock ha aprendido a leerme la mente sin tocarme. Ha embarcado todo lo que podría necesitar en un viaje de varios años.
- ¿y szi estuviera pensando en eszo?
- ¿En un viaje tan largo? La verdad es que no me extrañaría nada.
- Doctor, ¿hay alguna enfermedad que haga a los vulcanos actuar así? -la cara de Uhura no permitía saber si hablaba en serio o no.
- No lo sé, pero si la hay, espero que sea incurable... Veamos qué ha hecho en el puente.
Sulu y Uhura les explicaron entonces lo de la nueva consola, y también que había colocado otro asiento más, justo al lado del puesto de mando.

- Bien -contestó McCoy- ya sólo nos queda esperar a que termine con Scotty y podremos salir.
- Al menos esta vez no tendremos que robar la nave -apuntó Sulu.
La espera no fue muy larga. Unos diez minutos después volvieron tanto Spock como Scotty; este último parecía enormemente sorprendido. Continuara

Relato escrito por JUAN TERUEL RAMON.

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