miércoles, 4 de agosto de 2010

Star Trek: La saga de Spock

- Una nave espléndida, capitán... ¿Cuál es su dotación?
- Somos seiscientos ochenta tripulantes, setenta y cuatro de tripulación. El Bounty es la mayor nave que nadie en la Flota haya visto.
- Bueno, Creo que V’ger podría discutir esa afirmación capitán.
- ¿Cómo dice, doctor?
- Creo que el doctor se refiere a una nave viviente que una vez nos encontramos. Su campo de fuerza medía ochenta y dos unidades astronómicas.
- No bromee conmigo, Almirante.
- No lo hace, capitán, se lo asegure.
- No se preocupe, Uhura, vamos a ver si el capitán es tan amable de permitir que le gastemos una broma al señor Scott.
- Por favor, Almirante, tiene toda mi atención.
- De acuerdo... Aquí Puente a Sala de Máquinas... Señor Scott, ¿está usted ahí?.
- Aquí Scott.
- Scotty... ¡Pon la WARP doce!
- Almirante, creo que su jubilación le ha afectado al juicio...
- Scotty, sólo...
- ... ¡ Poner menos de WARP quince es un insulto a estos motores!

La carcajada fue generalizada en todo el puente. Cuando la calma empezó a volver, Kirk continuó.
- Muy bien, Scotty, déme todo lo que pueda.
- Lo haré, Almirante.

Scott no bromeaba. La Bounty entró en el hiperespacio, moviéndose entre las estrellas como los antiguos barcos de vela cortaban la superficie del mar. Kirk sentía envidia... No por la nave, sino porque sentía que el capitán Andersson era lo que a él le gustaría ser, un joven oficial con toda una vida por delante, dispuesto a hacer historia... o a convertirse en parte de ella.

- Es una nave magnífica, capitán. Confío en que usted además la haga grande.
- No entiendo, capitán.
- Bueno, capitán Andersson, el capitán Kirk tiene la teoría de que las naves no son “grandes” hasta que no tienen una historia detrás que lo justifique.
- Gracias, doctor... En ese caso, espero que mi nave llegue a ser tan grande como el Enterprise.

En aquel momento, el capitán Kirk perdió su sonrisa, y no la recuperó hasta algún tiempo después. La conversación cambió a otros temas y luego la rutina del viaje invadió la nave.

Capítulo 3
Vulcano

El calor era intenso, incluso en el interior del edificio, el ambiente hacía que la Kirk y los demás desearan llenar de aire sus pulmones más allá de la capacidad humana, pero la tenue atmósfera de Vulcano no lo permitía. Rara vez había visitas de terrícolas al planeta, y todos podían imaginar lo incómodo que Spock debió sentirse todos aquellos años a temperatura terrestre.

- No entiendo cómo Amanda consiguió sobrevivir en este planeta tantos años.
- El cuerpo humano está hecho de hierro, Bones.
- Entonces debo tener kilos de herrumbre en los huesos, Jim.
- Y serrín en la cabeza, no te quejes.

Un vulcano al que nunca habían visto entró en la sala, y sin decir nada les invitó a que le siguieran. Al traspasar la puerta descubrieron una galería subterránea, y la siguieron en silencio... Pocos metros más allá, el pasaje se hizo más grande, y una enorme puerta de algún material parecido al Bronce les cerró el paso. Su guía, impasible, tomó un mazo enorme, y con él golpeó tres veces la puerta.

- Veo que siguen tan ceremoniosos como siempre.
- Algunas cosas nunca cambian, doctor –dijo Sulu.

Cuando aún retumbaba el último golpe, la puerta se abrió sin ruido, y su guía los introdujo en la estancia. Se encontraron en una especie de recibidor, y allí los dejó el vulcano, indicándoles una pequeña puerta abierta, aún sin demostrar si podía hablar o no. Como si aún estuvieran de servicio, fue Kirk el que se adelantó, y al entrar fueron saludados por una voz familiar...

- Buenas tardes, capitán... Doctor, les estaba esperando... a todos ustedes.

La voz era lo único reconocible. Todos hubieran esperado que saliera de un vulcano alto y de cara impasible, pero ahora salía de un anciano calvo que yacía en una cama. Completamente inmóvil, tan sólo su voz recordaba la fortaleza que una vez tuvo.

- Spock, ¿es usted?
- Sí, capitán... Lo que queda de mí.
- ¿Qué le ha pasado, Spock?
- Usted es médico, doctor, pero imagino que nunca oyó hablar del Síndrome Seleya, ¿me equivoco?
- ¿El Síndrome Seleya?
- Sí doctor. Es el equivalente a la enfermedad de Alzheimer, o más bien su complementario, puesto que sólo el cerebro sigue funcionando como antes en los afectados. También se diferencian en que aún no existe cura para el Síndrome de Seleya.
- El Alzheimer era producido por una degradación en las células neuronales, durante siglos se consideró simplemente como envejecimiento prematuro... ¿Cómo se interpreta este Síndrome?.
- Verá, doctor, esa es la razón de que mi enfermedad siga siendo incurable. Después de décadas de investigación, nadie sabe su origen exacto. Por fortuna, su incidencia es mucho menor que la del Alzheimer.
- ¿Qué significa “mucho menor”?
- Verá, señor Scott, en los últimos cuarenta años, yo soy el tercer enfermo al que se le diagnostica el síndrome.
- ¡Eso es terrible!
- No, Uhura, debo reconocer que la enfermedad ha conseguido lo que mi padre no pudo hacer en toda su vida. Por fin he decidido ocuparme de las propiedades de la familia. Lo que una vez fue llamado “Pater Familias”, es sólo un título honorífico en Vulcano. Mis obligaciones son más sociales que físicas, y para el resto de los asuntos están los hijos.
- Piero Usted no tiene hijos
- ¡Saat!

Un joven entró en la sala, y tras una profunda reverencia, se colocó a los pies de la cama.

- ¿Sí, padre?.
- Deseo presentarte a mis camaradas durante mi estancia en la Flota Estelar. Estos son Kirk, el capitán del Enterprise, Uhura, Sulu, Chekov, Scott... Y por supuesto, el doctor McCoy. A ellos debemos nuestro futuro.
- Capitán, le debo mi vida y la de mis padres. También a los demás me une una deuda de gratitud. Considérenme a su servicio.
- Se lo agradezco, Saat, pero realmente me cuesta demasiado imaginar que es usted hijo de Spock. No me pida también que acepte haberle salvado la vida... ¡Si ni siquiera le conozco!.
- Evidentemente, todos saben que Saat es mi hijo, pero seguramente ignoren el nombre de su madre. Por favor, permítanme que se una a nosotros.

Entonces se abrió una cortina, y entró una mujer alta, cuyo rostro todos conocían.

- ¡Saavik!
- Saludos, es agradable volverles a ver después de tanto tiempo.
- Spock, creo que nos debe una explicación.
- Sí, señor Sulu, se la debemos los tres... Todos saben que mi cuerpo fue regenerado durante mi estancia en el Planeta Génesis... Lo que hasta ahora ha quedado en secreto es que durante mi estancia volví a sufrir el Pon Far. No les entretendré con largas explicaciones, pero bastará con que tengan presente que cuando llega el Pon Far, el varón de Vulcano debe aparearse... o morir. Como ustedes ven, yo estoy vivo.
- Entonces ustedes dos...
- Sí, capitán Uhura. Ese fue el motivo de mi salida precipitada de la Flota Estelar. Las normas sociales de Vulcano exigen que una madre se ocupe de su hijo hasta los cinco años.
- Muy bien, Saavik, así que aquí tenemos un nuevo híbrido entre razón y sentimientos... sólo que esta vez hay más de lo primero que de lo segundo.
- Lo lamento, señor Spock, pero debo corregirle. Aunque una de mis abuelas era humana, uno de mis abuelos era de Rómulo, no vulcano. Por tanto, si tuviera sangre Klingon en mí estaría representado todo el Cuadrante Alfa.
- Creo que no echaremos de menos esa raza no representada, ¿no crees, Bones?
- Estoy seguro de que no, Jim.
- Pero no les he hecho venir para eso, señores... Antes no era del todo correcta mi afirmación de que todas mis tareas físicas las podía realizar Saat. Mi cargo de Embajador en la Tierra es hereditario, y bajo ningún concepto puedo renunciar a él. Es por eso por lo que les he traído hasta aquí, y es por eso por lo que les debo rogar que tomen asiento. Cuando yo muera, mi hijo Saat tomará mi puesto, pero al ser mi único hijo debo asegurar que la historia sea transmitida. Él ya la conoce, y ahora deben conocerla ustedes. De ese modo, si durante el tiempo que servirá en la Flota Estelar algo le ocurriera, aún habrá otras personas que puedan recordar lo que pasó.
- Espere un momento... ¿Saat en la Flota Estelar?.

CONTINUARA.


Relato de JUAN TERUEL RAMON.

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