viernes, 15 de octubre de 2010

Star Trek el enemigo definitivo

Por su parte, Scotty guió con rapidez a su grupo hasta el pequeño armero de la colonia... Montgomery Scott creía en la utilidad de estar preparado, así qeu encontraron no sólo los fásers perfectamente cargados, sino además gran cantidad de células de energía para los mismos. Casi estaban por salir cuando Scotty abrió un cajón de madera y extrajo una larga espada que se colgó a un costado mientras decía con una sonrisa:

- No me dejaban llevarla a bordo cuando servía en la Flota Estelar, pero si éste escocés ha de morir hoy, lo hará con las armas de la familia en la mano.

Por fin, se dirigieron a la salida, pero el teclado de apertura no funcionó. Mientras recurrían al sistema manual, nadie se sorprendió cuando Ríos dijo:

- Ha empezado.

Capítulo 9: Infierno.

El grupo con el armamento llegó sin contratiempos al edificio central y activaron los escudos. Nada más entrar, Uhura y Scotty llamaron a su hijo y lo acompañaron a una de las habitaciones. Cuando salieron algunos minutos después, los dos Soctt llevaban el Kilt con el tartán de su clan, los rostros pintados de azul y sendas espadas que colgaban de sus espaldas.

- ¡Doctor Scott!
- Capitán, ésta colonia ya tiene un médico... Lo que necesita son guerreros.
- ¿De dónde ha sacado esa espada?
- Mis padres me la tenían preparada... Y descuide, sé cómo usarla.
- Estoy segura de que así es... Ríos, ¿Son capaces los tricorders de detectar al enemigo?
- No directamente, Capitán. He podido sin embargo detectar la fuente de interferencias de radio. Si asumimos que dicha interferencia proviene del enemigo, hay unos cien seres, tantos como focos de la interferencia. Todos ellos se encuentran a unos quinientos metros de nosotros... Resulta evidente que nos están rodeando. Aún sigo intentando filtrar las interferencias para obtener una lectura clara de su tamaño y demás características.
- Bien, Ríos, continúe. No sabemos nada de esos seres, ni siquiera si tienen sentido de la vista o si cuentan con algún tipo de tecnología... Tal vez su capacidad de interferir las señales de radio sea orgánica... De momento, seremos prudentes. Quiero todas las puertas de las habitaciones abiertas; si superan los escudos, nosotros sí que necesitaremos verlos nada más entren.
- Capitán, sería interesante alejar a los colonos de las paredes.
- Coincido con usted, Comandante. Reúnalos a todos en el salón central. Que todo el personal con armas forme un círculo alrededor de ellos. Distribúyanse las puertas de las habitaciones. Que cada uno vigile la que le quede más cerca, y avisen si el enemigo consigue penetrar los escudos y la estructura del edificio.
- Capitán... Debemos considerar la posibilidad de que el enemigo tenga un nivel suficiente de inteligencia como para poder efectuar un ataque de diversión.
- Bien visto, Saat. Que nadie se mueva de su puesto aunque penetren en el edificio por algún lugar... O mejor aún, ¿Scotty?
- Dígame, Capitán.
- Formaremos con el personal de la flota un primer círculo defensivo más próximo a las habitaciones. Luego, los colonos armados formarán un segundo círculo más interior. La misión de este segundo círculo será apoyar a la primera línea si es necesario. Confío en usted para que comande este segundo grupo... Es muy posible que tengamos que hacer frente a ataques desde diversos puntos.
- A la orden, Capitán.
- Una cosa más... Es muy probable que alguno del primer o del segundo círculo caiga o se vea impedido para seguir luchando... Todo colono desarmado que sin embargo sí esté capacitado para luchar deberá estar preparado para tomar el lugar de los que caigan. Que cojan su arma y ocupen su puesto... La rapidez puede resultar esencial.
- Capitán, sigue siendo imposible filtrar las interferencias; su frecuencia cambia constantemente siguiendo una pauta que no es fija... Pero ahora los focos se están acercando. Ya han rodeado el edificio y está apenas a cinco metros.
- Bien, habrá que luchar. Fásers en posición de aturdir; no mataremos si no es absolutamente necesario. Ríos, deje el Tricorder, pronto podremos ver a nuestro enemigo... ¡Todos a sus puestos!
Continuara.
Relato de JUAN TERUEL RAMON.

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