lunes, 4 de octubre de 2010

Star Trek el enemigo definitivo

Capítulo 7: Tripulante.

Habían pasado sies meses ya desde la botadura del Enterprise. Para bien o para mal, cuando se comparaba el frenético primer día con los ciento setenta y nueve que le habían seguido, todo había consistido en largas horas de aburrimiento interminable.
Afortunadamente para James Kirk, el trabar conocimiento con la tripulación del Enterprise era un pasatiempo útil y entretenido a la vez. La “Reliquia del Pasado” se había por fin convertido en un camarada más de la tripulación. Si en su primer día de trabajo, Kirk había conseguido que todos olvidaran su viejo rango de Contra-Almirante, durante el resto del tiempo había logrado conseguir que se olvidaran también de su rango de Comandante cuando estaba fuera de servicio.
Se podía decir que el Dr. Scott y él habían construido una buena amistad... Facilitada en gran medida por la impresionante reserva de excelente whisky escocés que de algún modo el buen doctor se había ocupado de conseguir subir a bordo.
Últimamente, de todos modos, el Doctor y Kirk se veían con menor frecuencia... Como Predijo T’Pol, la Comandante Mayo se había dado cuenta por fin de cómo la miraba Scott, y ambos se habían dedicado a la agradable tarea de conocerse mutuamente. Ayudaba –y bastante- el hecho de que Shaka Scott fuera el médico con más conocimientos de Ingeniería en el Universo.

Bien, eso le daba a Jim Kirk la oportunidad de conocer a otros miembros de la tripulación. Watson, M’Benga y Archibald eran excelentes tripulantes. Profesionales hasta la extenuación... Y el aburrimiento. Carecían por completo de ambiciones, de iniciativa. Si viviera cincuenta años más, Jim Kirk no se sorprendería de ver cómo el momento del retiro les sorprendía exactamente en los mismos puestos en los que se encontraban ahora. Tal y como los veía Kirk, los tres estaban tan anclados a sus estaciones respectivas como las propias consolas que utilizaban. En cambio, el Oficial Científico Ríos era ligeramente distinto. A pesar de no tener tampoco ninguna ambición de ascenso, sí que dedicaba la mayor parte de su tiempo libre estudiando, pensando cómo podía hacer mejor su trabajo, intentaba descubrir cómo resultar lo más útil posible a su Capitán y a sus camaradas. Incluso insistía en que mientras estuviera fuera de servicio nunca se le llamara por su rango de Sub-Teniente. Aceptaba que casi todo el mundo lo llamara por su apellido, pero a sus más íntimos casi les exigía que lo llamaran por su nombre de pila: Rafael... Y sin embargo, Rafael nunca dejaba de estar de servicio en realidad. No era raro verle con un café o cualquier otra bebida en el Flaherty’s, el bar de la nave, mientras charlaba con jóvenes tripulantes que dudaban de tal o cual protocolo. Así era Rafael: Nunca estaba demasiado ocupado para echar una mano.

En cuanto a Saat y su familia... En realidad ahora eran también la familia de Kirk. Había llovido mucho desde la última de sus relaciones series, y dado que la muerte tan violenta como temprana de su hijo David le había privado de la oportunidad de cuidar a sus propios nietos, se aplicó entusiasmado a la tarea de ejercer de abuelo para Sybok y Amanda. Pasaba horas y horas contándoles acerca de las misiones en las que tuvo a su ldo a Spock, el auténtico abuelo de los niños. Les habló también desu tío-abuelo Sybok, de su sacrificio más allá de la Gran Barrera y cómo él había conseguido salvarlos a todos... No les habló del secuestro del Enterprise-A, pero sí de su capacidad para hallar los errores que hacían sentirse mal a los demás y hacer que se enfrentaran a ellos y pudieran perdonarse a sí mismos.
Sybok había estado equivocado en sus métodos, desde luego, pero supo reconocer y enmendar su error en el momento preciso. Para James Tiberius Kirk, eso era lo que definía la calidad de una persona. En el caso de Sybok, si alguna vez le había guardado rencor, eso había sido hace muchos años. Hoy su recuerdo sólo le insipiraba respeto.
También les habló de Amanda, su bisabuela. Una maestra tenaz y decidida como pocas, capaz de desafiar a las sociedades de dos mundos para casarse con Sarek, padre de Spock y bisabuelo de los niños. Tal vez ella no había participado en grandes misiones por la galaxia, pero Kirk sabía que la vida de Amanda había sido tan productiva y tan plena como la de cualquiera. Desde luego, había una historia sobre Amanda que sus bisnietos no se cansaban de escuchar: Aquella de cómo consiguió que Spock volviera a aceptar su parte humana después del Fal Tor Pan.
Continuara.
Relato de JUAN TERUEL RAMON.

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