martes, 23 de septiembre de 2008

Relatos AT: The Swinging Lightyears

El Capitán Watson caminaba con el paso cansado por los años y el peso de una valijita hecha a medida para transportar un trombón. La puerta, anticuada, angosta, de madera, con un picaporte de bronce, tenía un cartelito de papel donde una caligrafía desprolija había garabateado: “The swinging lightyears / Audiciones hoy”.
Eran la orquesta de jazz más famosa del cuadrante. Hacía más de medio siglo que recorrían los distintos centros de entretenimiento, de temporada en temporada, de planeta en planeta, llevando jazz y swing “donde ningún músico ha llegado antes”, como rezaban sus simpáticos pósters. Watson los había visto en vivo en el Plasma Room de Denara IV, allá por el 2310, en sus primeros años como cadete de la Flota Estelar, que eran también los primeros años de la orquesta y había quedado fascinado por su música.
Empujó tímidamente la puerta y encontró una escueta recepción, con un escritorio, una terminal de computadora y una sonriente recepcionista denobulana.

- Buenas tardes, Sr....

- Watson -interrumpió el septuagenario oficial- Capitán James Bradley Watson, a sus siempre gratas órdenes, Señorita.

- ¿Viene por la audición? - preguntó la recepcionista, con su eterna y exageradamente amplia sonrisa.

- Efectivamente - respondió Watson, dándole una palmada al estuche.

- El director está audicionando otro candidato en este momento... Si gusta tomar asiento y aguardarlo...

El viejo Capitán se sentó en un sillón y puso la maleta en el piso. De fondo se escuchaba música: un piano, seguramente el director de la orquesta, y un trombón, probablemente el postulante. “Me recuerda al estilo de Korg”, comentó en voz alta. Se refería a uno de los primeros pianista de los Lightyears, un cardassiano (sí, era tradicionalmente una orquesta interracial) llamado Thelonius Korg. “Brillante, simplemente brillante”, siguió murmurando. La recepcionista estaba un tanto desconcertada. Era demasiado joven como para conocer la historia de Korg y de cómo su carrera de giras interestelares se había visto frustrada por la temida psicosis del transportador. “Una verdadera lástima que se retirara, cuando tan sólo dos años después, en el 2319, se inventó el buffer de patrón múltiple”.
La pobre dama no tenía ni la menor idea de lo que su interlocutor estaba diciendo, pero era su obligación seguir sonriendo. Trató de ser amable:

- Veo que Ud es un gran conocedor del jazz, Capitán.

- Oh... no es para tanto... soy simplemente un fan de los Lightyears que tuyo el atrevimiento de acercarse hasta aquí.

- No sea modesto... si parece saberse todos los detalles de su carrera.

- Bueno... los he visto en vivo un puñado de veces, cuando mis obligaciones como oficial de la Flota me lo permitieron.

Por un momento, el Capitán Watson permaneció en silencio. Su expresión se volvió un tanto agria. Parecía haber sigo asaltado por un mal recuerdo. “Tenía entradas para el gran concierto que iban a dar en Omicron Theta en el 2336... Pero Ud también es demasiado joven para recordar como ese bello planeta fue destruido”.
- ¿Tuvo una larga carrera en la Flota? - la secretaria estaba un tanto desconcertada por la reacción poco feliz del oficial y había decidido continuar la charla de la forma más casual que pudiera.
- Larguísima, Señorita -por un instante, Watson esbozó una sutil sonrisa- He visto tantas cosas maravillosas y tantas de las que no quisiera acordarme allá afuera...
- ¿Y tiene familia?
- Tuve... Al poco tiempo de egresar de la Academia me casé con quien había sido mi compañera de estudios, Lucy... Lucy Lockhart... Teniente Comandante Lucy Lockhart... nunca quiso usar el Watson... y la perdí y nunca llevó mi apellido...
- ¿La perdió?
- Muerta en cumplimiento del deber -el anciano Capitán hacía un esfuerzo por mantener la compostura y contener una lágrima rebelde que se empecinaba en salir- En esos tiempos, yo era oficial de seguridad a bordo de la USS Beaufort, una pequeña nave de exploración. Ella había conseguido una comisión mucho más interesante... Con menos jerarquía, porque era sólo un tripulante del montón, pero en una nave mucho más interesante, el Enterprise B. Si su historia de la escuela primaria aún está fresca, y no le digo esto en forma despectiva, sino como un halago a su juventud, sabrá que la flota perdió esa magnífica nave... bueno, una de las tantas que se construyeron con ese nombre... en Narendra III, allá por el 2344. Un almirante de la Flota me dijo que mi mujer había muerto en forma heroica, que su vida y las de sus compañeros había valido para que se evitara una devastadora guerra con el Imperio Klingon... Algunas veces, la idea no me consuela...
- ¿Y nunca volvió a casarse?
- Nunca. Conocí muchas mujeres. Me “vinculé” a algunas de ellas -explicó con una sonrisa pícara- Pero ninguna sería como Lucy y yo estaba demasiado comprometido con mi carrera como para dedicarme a la familia. A duras penas me atreví a tener un mejor amigo, pero también se fue.
- Cuénteme... cuénteme sobre su mejor amigo - la recepcionista se mostraba interesada en el relato.
- Charly... Charles Spencer Stanley III... Capitán de la USS Ellison... Yo era su primer oficial, en esa época y éramos inseparables. Pero en el verano del 2357, Charly viajó de vacaciones a Galen IV, a visitar a unos familiares, inclusive creo que había algún amorío del que nunca quiso contarme esperándolo, pocos días antes de la colonia fuera destruida por los Talarian. Amarga manera de obtener mi primer comando.
Ambos quedaron en silencio por un momento. En más de cincuenta años al servicio de la Flota Estelar, el Capitán Watson tenía tantas historias de guerra y dolor para contar, que no se las podía dejar pasar a la ligera. Un minuto de silencio para reflexionarlas era casi una necesidad. La recepcionista estaba a punto de disparar una nueva pregunta. Quería escuchar más sobre la vida de este hombre, sobre sus actos de heroísmo, sobre sus sacrificios, sobre sus andanzas por la galaxia. Pero el Director de la orquesta interrumpió en el comunicador; que le mandara al siguiente candidato, que ya estaba libre.
“Su, turno, Capitán Watson”, dijo amablemente. Entonces, el retirado oficial abrió su valija. Para asombro de su interlocutora, estaba vacía. “No sé tocar el trombón. Nunca aprendí. Sólo necesitaba alguien con quien hablar”.
Y cerrando la valija con una sonrisa, se fue por donde había venido.



DIEGO EDUARDO GUALDA

Nota del Autor: Vaya mi agradecimiento para el Almirante Ross, por las fechas y datos históricos contenidos en esta historia.

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