miércoles, 30 de mayo de 2012

Gene Rodemberry final.


-Conozco mucha gente que tiene sus oficinas llenas de fotos de todos los famosos que conocen, y de todos los premios que se ganaron alguna vez. Pero tanto en su casa como en su oficina no se ve casi nada. Puedo ver su Premio Peabody, pero casi ninguna otra cosa de todo lo que usted ganó a lo largo de todos estos años…


-Una vez pasé por la experiencia de que otros me redecoraran la oficina. Fueron al garaje y agarraron todos los premios que recibí durante todos estos años, los grandes y los pequeños, y los exhibieron contra la pared… y se veían horribles. La primera vez que los puse fue en mi casa… y tu casa es un lugar tremendo para llevar todo tu trabajo. No me gusta. Me hace sentir limitado. 
Espero que mis amigos me quieran y me respeten por otras virtudes (risas). Hay cosas que amo y que sí las podés ver en mi oficina: fotos del Space Shuttle; de Albert Einstein; del Gordo y el Flaco. Esas son las cosas que me parecen importantes para el mundo.


-Hablemos acerca de escribir.

-Básicamente, soy un tipo humilde. ¿Quién soy yo para decirle qué cosa al mundo? Empecé a escribir cuando me di cuenta de que escribir es una forma de decir las cosas que pensás. Escribir es algo estúpido e inútil… a menos que tengas alguna idea. Recién cuando comencé a escribir, básicamente para Star Trek, me di cuenta de cuánto habían influido en mí mis propias experiencias de vida. Siempre fui muy cuidadoso a la hora de explicar qué cosas me formaron, porque enseguida aparece la pregunta básica: ¿Qué fue lo que hizo que yo terminara haciendo este trabajo? Apenas llego a entenderlo ahora… con vos: tengo algo acerca de lo cual escribir. Soy, básicamente, un tipo humilde. Nunca me vi como un tipo con una experiencia grosa… pero tenés razón. Pasé por la Gran Depresión (N. de K.: en los años 30), pasé por los momentos más tremendos de los Estados Unidos; pasé por la Segunda Guerra Mundial; trabajé en la policía, trabajé en líneas aéreas, y durante todo aquel tiempo estuve ávido por leer y por aprender. Ahora se me hace raro sentarme aquí y pensar que no haya querido convertirme, conscientemente, en un escritor…
-Y en un filósofo.

-Y en un filósofo. Tengo una terrible hambre de ideas. Siempre fue así. Cuando era joven me di cuenta de que tenía esta terrible hambre de conocimiento… yo era algo así como un drogadicto del conocimiento. Recuerdo que mi cabeza siempre funcionaba a mil; no podía estar sentado sin estar leyendo, o sin acumular algún tipo de conocimiento, o algún tipo de experiencia. Me parecía más bien un defecto.

-Su papá era igual, ¿no?

-Sí.

-¿La actitud de su papá influyó también en su hermano y en su hermana? ¿Ellos también estaban ávidos por conocer cosas?


-No tanto como yo. Mi hermana estuvo cerca, cuando era adolescente y escribía poesía. Igual, todo tiene que ver con mi familia, aunque no había “pistas” ahí. Ojo, en mi familia no hablábamos de nada en especial, pero cuando yo charlaba con mi padre, sí. Ellos eran nomás personas, personas imperfectas. Y creo que esa ética cristiana de ocuparse de las imperfecciones de las personas tuvo mucho que ver, también. Recuerdo, por ejemplo, una vez que le dije a mi madre -creo que yo era adolescente-: “Mamá, a veces pienso que puedo hacer cosas, y que quizá las ideas que tengo les sirvan a otros”. Ella me miró sorprendida, algo furiosa, y me dijo: “No. Vos sos igual que el resto. No me hables de cosas así, porque son estúpidas y no tienen sentido.” 

Hoy ella reniega de haber dicho eso, porque pasó mucho tiempo y porque hoy soy el hombre de la familia. Hoy ellos me escuchan como si lo que digo fuera palabra santa. Dudo de si lo que estoy diciendo ahora fuera más importante que las cosas que dije cuando tenía 14 años (risas)… pero hoy el resto del mundo coincide con lo que yo decía cuando tenía 14 años.


La traduccion completa de Kohelles en Guia ST.

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