martes, 11 de septiembre de 2012

Teletransportan partícula entre dos laboratorios distantes a 143 kilómetros



Las películas de ciencia ficción -desde Star Trek hasta La Mosca- nos han mostrado un futuro donde las personas pueden teletransportarse sin problemas. Y aunque los científicos aún no logran transferir materia, la física cuántica ha mostrado que sí se pueden teletransportar las propiedades de ésta. 

 El primer paso lo dio un grupo de científicos en 1997, al lograr teletransportar partículas separadas entre sí, aunque a no más de un metro. Ahora, un equipo internacional de científicos de Austria, Canadá, Alemania y Noruega batió el nuevo récord mundial, al teletransportar una partícula entre dos puntos ubicados a 143 km de distancia: los observatorios que la Agencia Espacial Europea (ESA) tienen en las Islas Canarias y Tenerife. El hito se registró en mayo de este año, aunque recién se publicó ayer en la revista Nature.

 Según el experto de la ESA, Eric Wille, “este logro abre un nuevo camino para comunicaciones de larga distancia cuánticas” y sobre todo, porque en este experimento lograron mantener entrelazados los dos fotones que en realidad estaban separados a 143 km de distancia, aun cuando estaban presentes las perturbaciones propias de las condiciones atmosféricas (viento, temperaturas y lloviznas). 

 El récord mundial anterior de teletransportación se había conseguido en China, donde otro equipo había logrado, este mismo año, teletransportar el estado cuántico de un fotón a una distancia de 97 km. 

 Fotocopia 

 La teletransportación cuántica está lejos de lo que Star Trek mostraba en la pantalla. La mecánica cuántica señala que una partícula tan pequeña como un fotón puede ser transportada de un lugar a otro sin moverse de su posición original, pues lo que en realidad ocurre es que la estructura es la que se transporta y no la materia. 

 Alfonso Zerwekh, doctor en física y profesor de la U. Técnica Federico Santa María, señala que la teletransportación cuántica es como “sacar una fotocopia del estado de un fotón”. “Lo que se envía es la información acerca de la materia. Incluso se puede hacer sin necesidad de que se conozca el estado de esa materia. Lo importante es que su estado se reproduce en otro lugar distante y en forma casi instantánea”.

 Por ejemplo, imagine que un papel con un texto escrito (fotón de luz) se encuentra en Santiago. Y otro papel en blanco está en San Fernando. Mediante haces de luz, ambas moléculas logran entrelazarse y en forma inmediata, el texto del papel que estaba en la capital se traspasa al papel que estaba en blanco en San Fernando. En este caso, el original desintegrarse y conservarse sólo el segundo. 

 Rodrigo Aros, director del Departamento de Ciencias Físicas de la U. Andrés Bello, dice que el entrelazamiento entre dos moléculas es tal, que ambas conforman un sólo estado y a una velocidad mayor que la luz. “Generar y mantener ese estado de entrelazamiento en forma estable es complicado, mucho más que intentar romperlo” y eso es precisamente lo que se logró en este experimento. 

 Para Albert Einstein y otros científicos como Boris Podolsky y Nathan Rosen, la posibilidad del entrelazamiento cuántico, en el que dos partículas distantes compartan el mismo estado, era prácticamente imposible. Y, además, no podía estar determinada por las leyes de la probabilística. Debía existir una explicación para ellas si efectivamente era correcta. De hecho, de allí viene la célebre frase de Einstein: “Dios no juega a los dados con el Universo”, con la que el físico respondía cada vez que le consultaban por la mecánica cuántica. Y la obsesión que tuvo durante los últimos años de su vida de escribir, incluso sobre las sábanas de su cama, una “Teoría del Todo”: una explicación que derrumbara las leyes de la probabilística, al menos en el mundo de la física. Pero no lo consiguió. Y ahora se demuestra que él y los demás físicos estaban equivocados. 

 El próximo paso es lograr la teletransportación cuántica a un satélite en órbita, para demostrar la comunicación cuántica a escala mundial. 

 Fuente La tercera

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