sábado, 18 de septiembre de 2010

Star Trek el enemigo defnitivo.

Jim Kirk apenas había comenzado a arrepentirse de su decisión cuando Saat acudió al rescate:

- Capitán, dado que estimo innecesaria mi presencia en el Puente, solicito permiso para llevar al Comandante Kirk a conocer a nuestro personal de Ingeniería.
- Hágalo, Saat. Será un buen momento para que el Comandante comience a conocer al resto de la tripulación, pero le hago responsable: Que no moleste a mis ingenieros.
- No, Capitán, no lo hará.

Aquel “mis ingenieros” había sonado un tanto agresivo… O tal vez sólo era la animadversión que la Capitán Sulu sentía hacia Kirk. Sea como fuera, James Kirk se sentía feliz de poder dejar por un rato la “compañía” de la Capitán Sulu… Y más feliz aún de poder charlar a solas con Saat.

- Bien, Comandante, ¿Qué le parece el Enterprise-B?
- Sin duda, un navío digno del nombre que lleva.
- No he podido sino observar una cierta tirantez entre usted y la Capitán Sulu…
- Muy observador, Saat. Me temo que resulta demasiado evidente que la Capitán no aprueba mi presencia aquí… Y eso por decirlo de forma suave. De todos modos, le agradezco su “rescate”. ¿Qué tal se encuentra T’Pol?
- Bien, Comandante. Espero que pueda usted acompañarnos durante la cena esta noche.
- ¿Acompañarlos?¿Se encuentra T’Pol a bordo?
- En efecto, Comandante. Es parte de la nueva política de la Flota que los oficiales casados viajen con sus familias si así lo desean.
- Interesante, aunque supongo que nuestro Presidente no está detrás de dicha decisión…
- Así es, Comandante. Por muy presidente de la UFP que sea, seguimos hablando de un Klingon. Para su raza, sólo la casta guerrera o en su caso algún diplomático son dignos de viajar en una nave militar.
- Algunas cosas nunca cambian, Saat.
- Cierto, Comandante… Pero nadie mejor que usted sabe lo mucho que han cambiado las cosas en los últimos años.

Eso era muy cierto. En lo que había durado la vida de James T. Kirk, un nuevo enemigo había surgido de la nada: El Imperio Klingon. Kirk había patrullado como tantos otros durante días y semanas la Zona Neutral Romulana, ya que se suponía que cualquier tipo de peligro para la Federación provendría del Imperio Romulano. Más adelante, el mismo Kirk había entablado las primeras relaciones –por así llamarlas- con una nueva raza que desembocaron en una guerra más o menos abierta, pero siempre sin cuartel.
En la actualidad, lo único que quedaba del Imperio Klingon era su nombre. Aún no eran miembros de la UFP, y por supuesto seguían manteniendo una flota propia. Sin embargo, un Klingon era el Presidente de la UFP y la presencia de sus compatriotas en las naves de la Flota Estelar era ya cualquier cosa salvo una rareza.
¿Había empezado a divagar con los años? Jim Kirk sabía que así era, y que no resultaba raro que dejara de participar en una conversación para sumirse en sus propios pensamientos y recuerdos. Por fortuna, Saat no siguió hablando y así, en silencio, ambos llegaron a Ingeniería.

- Comandante Mayo –Llamó Saat.

La Comandante Elisa Mayo era una mujer terrestre de negros cabellos y no menos oscuros ojos. Sin embargo, su piel aparecía sensiblemente más blanca, lo que producía un bello contraste. Su estatura, algo inferior al metro setenta, la hacía aparecer pequeña ante sus subordinados, algunos de los cuales superaban los dos metros de altura. A pesar de ello, Mayo tenía algo más: Autoridad. Ya eran muchas las salas de ingeniería que Kirk había visitado en su vida, y podía decir sin temor a equivocarse que aquella funcionaba como un reloj, lo que sólo podía significar que allí estaba la labor de un gran Jefe de Ingeniería.

- Teniente Saat –Mayo se dio la vuelta y entonces vio a Kirk- Comandante Kirk, nos preguntábamos cuándo se pasaría a visitar el corazón del Enterprise. Sea bienvenido.
- Gracias, Comandante. Saat y yo le hemos prometido a la Capitán Sulu que no les distraeremos durante la prueba de motores.
- No se preocupe, Comandante. Estoy bastante segura de que si hay algún problema, no aparecerá antes de media hora… ¿Teniente Saat?
- Dígame, Comandante.
- Creo que el Teniente Fernández quería discutir con usted un par de detalles técnicos… ¿Podría por favor…?
- Por supuesto. Con su permiso, Comandante
- Vaya, Saat, por favor –Mayo y Kirk respondieron con una sola voz, lo que provocó las sonrisas de ambos.

Aparentemente, Kirk sí que podía tener algún aliado en el Enterprise. Le gustaba Mayo, tenía seguridad, un trato agradable… Y su primera acción había sido “liberarle” de su escolta, por deseada que ésta fuera.

- Dígame, Comandante Kirk, ¿Cómo se siente uno después de sufrir la mayor degradación en la historia de la Flota Estelar?
- Feliz... Inmensamente Feliz.
- ¿Así que el rumor era cierto? ¿Es usted uno de esos “locos del Espacio”?
- Así es, Comandante. No tengo otro lugar donde me sienta más en mi sitio que a bordo de una Nave Estelar... Y por cierto, puede llamarme Jim.
- Si no le importa, le llamaré Kirk. Puedes llamarme Mayo.
- Bien, Mayo. Antes dijiste que no esperabas problemas durante media hora... ¿Algún motivo para esperarlos a partir de ese momento?
- Desde luego. En las pruebas de motores generalmente no se pasa de WARP 8...
- Pero la capitana habló de WARP 10 cuando estaba en el puente...
- Correcto, la Capitán Sulu quiere ser la primera en poner un motor nuevo a WARP 10... Y vivir para contarlo. Dentro de 26 minutos, alcanzaremos WARP 8.1 y entraremos en el mundo de lo desconocido.
- Fascinante... No he de decirte que puedes contar conmigo en esta situación para lo que pueda echar una mano.
- Cuento con ello, Kirk... Descubrirás que no todos en esta nave te consideramos una pieza de museo. De hacho, la gran mayoría pretendemos servirnos de tu experiencia y conocimientos a la menor oportunidad...
- Me temo que mis conocimientos técnicos están un tanto... Obsoletos.
- Tranquilo, Kirk. En lo que a mí respecta, lo que más me interesa es tu capacidad para mantenerte sereno en situaciones de emergencia... Ojalá no se produzcan, pero si me equivoco, me gustaría tenerte cerca por si acaso.
- Eso lo puedo hacer –pensó Jim Kirk- Bueno, ya son dos las cosas que puedo aportar a esta nave.
- Mire, Kirk, aquí está la consola principal de mando...
Continuara.
Relato de JUAN TERUEL RAMON.

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