sábado, 7 de agosto de 2010

Star Trek: la saga de Spock


Capítulo Cinco
La Alianza se renueva

Zephrone Cochrane extendía su brazo hacia el futuro, hacia las estrellas. Sólo era una estatua, aunque midiera más de veinte metros, pero todos los presentes sabían lo que ese monumento significaba. Siglos atrás, en ese mismo lugar, la humanidad había dado el mayor paso de toda su historia. Ahora llegaba el momento de repetir ese paso, si bien de forma simbólica. El Primer Contacto significó la caída de todos los valores humanos. El dinero, la guerra, la codicia, todo aquello pasó a ser una sombra del pasado más oscuro. Los Vulcanos no habían conseguido que los terrestres renunciaran a sus sentimientos, por supuesto, pero a todos les parecía lógico (como no) que seres ilógicos fueran los que se dedicaran a estudiar a otros seres tan ilógicos como ellos. En último término, siempre tendrían más puntos en común para llegar a un acuerdo.

A los pies de la estatua se había colocado un atril, desde el cual el presidente de la Federación se encontraba a mitad del resumen de los increíbles logros alcanzados después del Primer Contacto. Kirk pensaba que si el resumen se extendía mucho más, la alianza Humano – Vulcana podría incluir dentro de sus logros el haber conseguido hacerle dormir en un acto oficial. Para despejarse miró a su alrededor, y por las caras de sus compañeros vio que el sentimiento era compartido. Al fin y al cabo, todos eran unos viejos lobos de mar, cansados de la vida entre las estrellas. Por suerte, Spock seguía manteniendo el tipo, y a su lado Saat recordaba tanto a su padre que Kirk no pudo evitar volver la vista atrás a los años que ambos pasaron en el espacio. Intentando con todas sus fuerzas que la galaxia no se cayera a pedazos.

- ... Y ahora, nuestro distinguido invitado. Señoras y Caballeros, demos la bienvenida al heredero de Tork, que además ha sido un oficial destacado de la Flota Estelar. Demos todos la bienvenida al Capitán Spock, embajador de Vulcano.

- Gracias, señor Presidente. Hace ya mucho tiempo de aquel primer encuentro, y los frutos que de él se derivaron han demostrado lo necesario de nuestro encuentro. Hoy en día conocemos gran parte de la Galaxia, algo imposible sin la colaboración de los cientos de planetas que integran la Federación. Para mi pueblo, la renovación de la Alianza en tan necesaria como su establecimiento, y sería ilógico renunciar a una asociación que tan provechosa ha resultado para el Universo conocido. Una vez más, por tanto, ofrezco mis conocimientos y los de Vulcano a los seres del planeta Tierra.

- De nuevo, Embajador Spock, el planeta y sus gentes se ofrecen a aportar los suyos, y se comprometen a no usarlos en perjuicio de otras civilizaciones, seres o planetas.

Las fórmulas oficiales dejaron paso a la fiesta. Spock y el resto de la tripulación del Enterprise permanecieron en ella el tiempo que el protocolo requería, pero pronto se retiraron. Spock tenía mucho que contar, y por una vez en su vida, no dejó ninguna pregunta sin contestar. Su retirada de la Flota, su desaparición sin previo aviso... Incluso los años dedicados a la educación de Saat y los comienzos de su enfermedad fueron descritos detalladamente. Una vez acabada la historia, sólo quedaron Kirk y McCoy junto a su cama.

- Bien, Spock, parece que ha tenido usted una vida intensa después de todo. Y según la esperanza de vida de Vulcano, podemos esperar que nos acabe enterrando a todos.
- No creo que eso llegue a ocurrir, doctor. Cuando dije que deseaba morir en la Tierra no pretendía tumbarme en una cama y esperar.
- Tiene otros planes, señor Spock.
- Desde luego que sí. Almirante, deseo que usted y el doctor McCoy me acompañen en una visita que debo hacer.
- ¿Puedo preguntar a dónde nos llevará esa visita, Spock?
- Por supuesto que puede, Doctor. – Contestó Spock, y ya no dijo nada más.

El transporte se hizo por medio de lo que Spock denominaba “Aparato autopropulsado propulsado por anacronismo”. Para el Almirante Kirk, sin embargo se trataba de una de sus posesiones más preciadas: un auténtico Ford del 29, perfectamente restaurado. El motor no era de explosión, sino un pequeño impulsor inercial al que se encontraba conectado un dispositivo que imitaba todas las características de los antiguos motores de cuatro tiempos, aunque sin los efectos contaminantes. A pesar de los ruegos de Spock, a pesar incluso de que McCoy estuvo de acuerdo con él, Kirk se negó a utilizar la posibilidad de desconectar el sonido o el traqueteo propio ese tipo de vehículos.

- Si no se mueve como un pato, ni suena como un pato, ¿Cómo podemos estar seguros de que es un pato?.
- Me permito recordarle, almirante, que los tricorders actuales pueden realizar esa identificación con un error estimado menor al 1 por 10 elevado a doce.
- Jim, jamás creería que pudiera llegar a decirlo, pero creo que Spock tiene razón.
- Dime Bones, ¿quién es el viejo ahora?

Esta vez fueron dos las cejas que se levantaron como señal de incredulidad. Kirk soltó una carcajada, sintiéndose más y más joven a cada momento que pasaba con sus compañeros de aventuras. Por fin llegaron a su destino. Demasiado pronto para Kirk, y justo a tiempo para Bones y Spock. En la puerta los recibió un joven con el uniforme de Gala de la Flota. En su hombro derecho se leía su condición de Capitán.


CONTINUARA


Ralato de JUAN TERUEL RAMON.

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