viernes, 27 de agosto de 2010

La saga de Spock

- Lo he pensado mejor, y creo que les acompañaré un rato al menos. Quince años sin reunirse con los antiguos camaradas son muchos años, incluso para un Vulcano.

Antes de que Kirk o Scott pudieran contestar, el Club de oficiales se desvaneció a su alrededor, y antes de poder darse cuenta se encontraron en otro lugar también familiar. Era la sala de transporte de una nave Estelar.

- ¿Qué es lo que ocurre aquí?
- Señores, considérense arrestados. Seguridad, escolten al Almirante Kirk y a sus acompañantes al calabozo.

El oficial se acercó a un intercomunicador y dijo:
- Los tenemos, capitán, podemos marcharnos.

- ¿Qué es esto?, ¡exijo saber que ocurre!.

Kirk no pudo decir más. Tras decir esto, un fáser impactó en su pecho y el Almirante cayó en los brazos de Scott.

Capítulo Siete
Motín en el Bounty.

- Esta situación me resulta embarazosamente familiar.
- Bueno, señor Spock, consuélese pensando que volvemos a estar como en los viejos tiempos. Encerrados en un calabozo, en una nave estelar con destino desconocido.
- Eso es sólo cierto a medias, la otra vez el señor Scott estaba al otro lado de la pared.
- Créame, señor Spock, no me importaría seguir estándolo.
- El caso es que nos vemos encerrados, sin posibilidades reales de escapatoria. Sin embargo, no podemos quedarnos quietos hasta que nuestro secuestrador decida qué hace con nosotros... Necesito ideas, caballeros. Sopesemos nuestra situación. ¿Señor Scott?.
- Parece un calabozo normal y corriente, pero tiene aspecto de recién construido. Eso descarta cualquier punto débil que conozcamos de modelos anteriores. Sin embargo, es posible que aún quede algún error de diseño por descubrir.
- ¿Spock?.
- Coincido con el señor Scott, Almirante. Sin embargo, aunque encontremos el defecto no es seguro que el mismo nos permita escapar.
- Comprendo, comenzaremos por un examen detallado. Cada uno se dirigirá a una pared, el campo de fuerza creo que será mejor que lo examinemos juntos... Spock.
- ¿Almirante?.
- Aún nos debe una explicación a Scotty y a mí.
- Con el debido respeto, creo que no es el momento.
- No, no lo es, pero llegará.

Los tres comenzaron a examinar la parte asignada del calabozo. Golpearon cada plancha buscando huecos, observaron cada soldadura. Pero antes de poder descubrir nada, oyeron como alguien se aproximaba. Rápidamente se sentaron. Era el Capitán Andersson.

- Es un placer verles de nuevo, sobre todo ahora que están donde deben... ¿Quién es ese vulcano calvo?.
- Es el camarero. Su ingeniero debería volver a la academia para aprender a transportar a las personas adecuadas. – Kirk había hablado antes de que Spock tuviera la oportunidad de decir la verdad.
- Esperaba atrapar al doctor McCoy, es cierto, pero dos leyendas serán suficientes.
- ¿Qué es lo que quiere, Andersson?.
- Una guerra, Almirante. Vamos a provocar una guerra.
- ¿Vamos?
- Así es, cuando todos se enteren de que el Almirante Kirk y su buen amigo Montgomery Scott han sido secuestrados por los Romulanos, la Flota exigirá venganza. Entonces la nave experimental H.M.S. Bounty se ofrecerá voluntaria para una misión encubierta de rescate. Desgraciadamente, sólo podrán rescatar sus cuerpos, ya que ambos habrán sido asesinados instantes después de su secuestro.
- Me gustaría saber cómo van a hacerles creer que fue una nave romulana la que nos secuestro, cuando ustedes eran la única nave en órbita.
- Vamos, Almirante, usted y yo sabemos que los romulanos disponen ya de la tecnología suficiente como para transportar a personas incluso estando camuflados. El hecho de que nuestros sensores no detectaran ninguna otra nave lo confirmará... ¿Y qué nave de la Federación secuestraría a dos de sus miembros más ilustres?.
- No se saldrá con la suya, otras naves se ofrecerán a rescatarnos.
- Almirante, no dé palos de ciego. Ambos sabemos que el Capitán Sulu haría cualquier cosa por usted, pero aunque desobedeciera las órdenes e interrumpiera su misión de exploración, no podría llegar a tiempo hasta Rómulo. De hecho espero que llegue en el preciso momento en que “descubramos” que han sido asesinados. El Excélsior nos ayudará a escapar de Rómulo, y de esta forma la violación del Tratado de Paz Organiano será aún más flagrante.
- Es ilógico. Una guerra a escala galáctica no puede beneficiar a nadie. El Tratado de Paz Organiano se firmó tras ciento cincuenta años de guerra no declarada. Si ahora mismo estallara otra, usted nunca la vería terminar.
- ¿Quién ha dicho que desea verla terminar?. Busco la gloria, el pasar a la historia como el Capitán que vengó la muerte del Almirante Kirk. Eso sin mencionar los enormes progresos técnicos que se obtienen de una contienda bélica. Cuando por fin acabe la guerra, los planetas afiliados a la Federación alcanzarán niveles de desarrollo y bienestar que hoy sólo podemos imaginar. Entonces, los Klingons, los Romulanos y todas las razas del Universo desearán convertirse en miembros.
- Pero millones de personas tendrán que morir...
- ...Para que miles de millones vivan mejor. Como dicen ustedes, los Vulcanianos, “El bienestar de la mayoría supera al de la minoría”. Es lógico.
- Las premisas lo son, pero sus conclusiones no se derivan de ellas, sino que nacen de su propia muerte.
- Usted debería saber, como camarero, que los Humanos nos alimentamos de la muerte de otros seres.
- Me temo que su información está unos siglos atrasada.
- Bueno, me encantaría discutir eso con usted, pero tengo que destruir la civilización que conocemos. Les veré más tarde... Justo antes de que las leyendas se transformen en mártires. Por cierto, si prueban lo suficiente descubrirán que hay una plancha suelta. No lo intenten, es una trampa.

Andersson se retiró, dejando a los tres compañeros más inquietos que ante un escuadrón de pájaros de presa.

- Debemos salir de aquí y detener esto. Sigamos examinando.
- Almirante, creo que he encontrado la plancha suelta que mencionó Andersson.
- Tenga mucho cuidado, Scotty. Puede ser una trampa para que nuestro secuestro y asesinato resulten más creíbles.
- Almirante, he acabado con mi sección, y no hay ningún defecto. Sugiero que lo intentemos con el campo de fuerza.
- De acuerdo, es la última opción.

Los tres se volvieron a la única pared de la sala que tenía una apertura. El campo de fuerza hacía que el marco brillara con una tenue luz roja.

- Almirante, creo que hay una posibilidad.
- Dígala, Scotty.
- Si usamos el dispositivo cerebral del señor Spock tal vez podamos interferir la frecuencia del campo e interrumpirlo el tiempo suficiente como para que uno de nosotros salga y lo desconecte desde fuera.
- Muy bien, Scotty. ¿Dispuesto a arriesgarse, Spock?.
- Hagámoslo, Almirante.
- Necesitaré que se acerque aquí.

CONTINUARA.


Relato escrito por JUAN TERUEL RAMON.

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