- ¡Mierda! ¡Son Ucornos!
- ¿Ucornos? –Jim Kirk reconocío la palabra por sus lecturas de los últimos años. Había releído “El Señor de los Anillos” hacía menos de un año, y así se hizo a la idea de que el enemigo debía tener el aspecto de un árbol- ¡Entonces, ésto son ramas y espinas, no tentáculos y colmillos!
Tras aquel intento fallido de llevarse a Saat, los ataques cesaron, pero en tan sólo media hora, los colonos habían sufrido más de veinte bajas, y según el médico de la Colonia, Saat tenía una fuerte conmoción. Quedaba descartado para el combate.
- Capitán –dijo Scotty- Estos Ucornos saben que nos podemos defender, pero también que los nuestros están muriendo, mientras que no les podemos hacer daño a ellos.
- Necesitaríamos un lanzallamas... O explosivos para conseguir deshacernos de ellos. Ríos, ¿qué percibe?
- Capitán, se están preparando para el ataque final. Detecto una creciente seguridad en sí mismos. Parece que son como una manada, aunque diría que normalmente son seres solitarios y no están habituados a cazar juntos.
- ¡Qué amables! Se están tomando auténticas molestias por nosotros –Hubo carcajadas generales, sólo explicables por la adrenalina de la lucha.
- ¡Bien hecho! –pensó Kirk- Un poco de humor negro en medio del combate es lo que necesitamos para subir la moral.
- ¡Llegó el momento! –La Capitán Sulu levantó la voz para que todos los presentes pudieran oír sus palabras- No creo que haya mucho que hacer ya... Salvo defendernos hasta el final. Si el destino quiere que muramos hoy, no será sin pelear.
Un murmullo de aprobación recorrió la estancia, cuando se apagó lo suficiente, Demora Sulu habló de nuevo:
- Bueno, Comandante Kirk, gracias por su ayuda. Lamento ser yo el Capitán que le ha conducido a su última misión de superficie.
- Ha sido un privilegio servir a sus órdenes, Capitán. No hay mejor lugar para morir que al lado de un Sulu –Kirk sonrió y Demora le devolvió la sonrisa.
- ¡Aquí vienen! –Antes de que la voz de Ríos se apagara, las ramas de los Ucornos entraron a miles en el edificio, abriendo nuevas grietas y haciendo que todos temieran que el techo se derrumbara sobre ellos.
Las filas ya se habían roto, y los colonos no asignados a ningún grupo se habían hecho con pequeñas secciones de suelo, demasiado pequeñas para hacer de escudos, pero lo suficiente como para ser una aceptable arma ofensiva. Hasta el último niño y anciano luchaba por su vida a golpes de éstas planchas de metal... Entonces, una luz azulada inundó la sala, y Jim Kirk pudo ver cómo los colonos eran transportados fuera del lugar. Sólo quedaron los que estaban armados con fásers.
- ¡Magnífico! Al menos sólo moriremos nosotros, pero no el resto de la colonia.
Pero la tripulación del Enterprise no iba a dejar morir a sus camaradas; inmediatamente, varias explosiones sacudieron los alrededores del edificio.
- ¡A la puerta principal! ¡Vamos! ¡Todos fuera! –La voz de la Capitán Sulu se alzó sobre el sonido de las explosiones.
Todos corrieron y abandonaron el recinto a tiempo de ver cómo la lanzadera “Columbus” del Enterprise había tomado tierra, y cómo un destacamento del personal de seguridad de a bordo había usado pequeñas cargas explosivas para abrir un paso entre los Ucornos y ahora los alejaban equipados con lanzallamas.
Una vez alejados todos ellos, el oficial al mando se despojó del casco para mostrar una cabellera negra y, abalanzándose sobre el Dr. Scott, le obsequió con un largo y profundo beso.
La sorpresa inicial remitió... Y aquel beso fue recibido con un estruendoso aplauso de todos los presentes mientras el último de los Ucornos se perdía de vista.
- ¿Ucornos? –Jim Kirk reconocío la palabra por sus lecturas de los últimos años. Había releído “El Señor de los Anillos” hacía menos de un año, y así se hizo a la idea de que el enemigo debía tener el aspecto de un árbol- ¡Entonces, ésto son ramas y espinas, no tentáculos y colmillos!
Tras aquel intento fallido de llevarse a Saat, los ataques cesaron, pero en tan sólo media hora, los colonos habían sufrido más de veinte bajas, y según el médico de la Colonia, Saat tenía una fuerte conmoción. Quedaba descartado para el combate.
- Capitán –dijo Scotty- Estos Ucornos saben que nos podemos defender, pero también que los nuestros están muriendo, mientras que no les podemos hacer daño a ellos.
- Necesitaríamos un lanzallamas... O explosivos para conseguir deshacernos de ellos. Ríos, ¿qué percibe?
- Capitán, se están preparando para el ataque final. Detecto una creciente seguridad en sí mismos. Parece que son como una manada, aunque diría que normalmente son seres solitarios y no están habituados a cazar juntos.
- ¡Qué amables! Se están tomando auténticas molestias por nosotros –Hubo carcajadas generales, sólo explicables por la adrenalina de la lucha.
- ¡Bien hecho! –pensó Kirk- Un poco de humor negro en medio del combate es lo que necesitamos para subir la moral.
- ¡Llegó el momento! –La Capitán Sulu levantó la voz para que todos los presentes pudieran oír sus palabras- No creo que haya mucho que hacer ya... Salvo defendernos hasta el final. Si el destino quiere que muramos hoy, no será sin pelear.
Un murmullo de aprobación recorrió la estancia, cuando se apagó lo suficiente, Demora Sulu habló de nuevo:
- Bueno, Comandante Kirk, gracias por su ayuda. Lamento ser yo el Capitán que le ha conducido a su última misión de superficie.
- Ha sido un privilegio servir a sus órdenes, Capitán. No hay mejor lugar para morir que al lado de un Sulu –Kirk sonrió y Demora le devolvió la sonrisa.
- ¡Aquí vienen! –Antes de que la voz de Ríos se apagara, las ramas de los Ucornos entraron a miles en el edificio, abriendo nuevas grietas y haciendo que todos temieran que el techo se derrumbara sobre ellos.
Las filas ya se habían roto, y los colonos no asignados a ningún grupo se habían hecho con pequeñas secciones de suelo, demasiado pequeñas para hacer de escudos, pero lo suficiente como para ser una aceptable arma ofensiva. Hasta el último niño y anciano luchaba por su vida a golpes de éstas planchas de metal... Entonces, una luz azulada inundó la sala, y Jim Kirk pudo ver cómo los colonos eran transportados fuera del lugar. Sólo quedaron los que estaban armados con fásers.
- ¡Magnífico! Al menos sólo moriremos nosotros, pero no el resto de la colonia.
Pero la tripulación del Enterprise no iba a dejar morir a sus camaradas; inmediatamente, varias explosiones sacudieron los alrededores del edificio.
- ¡A la puerta principal! ¡Vamos! ¡Todos fuera! –La voz de la Capitán Sulu se alzó sobre el sonido de las explosiones.
Todos corrieron y abandonaron el recinto a tiempo de ver cómo la lanzadera “Columbus” del Enterprise había tomado tierra, y cómo un destacamento del personal de seguridad de a bordo había usado pequeñas cargas explosivas para abrir un paso entre los Ucornos y ahora los alejaban equipados con lanzallamas.
Una vez alejados todos ellos, el oficial al mando se despojó del casco para mostrar una cabellera negra y, abalanzándose sobre el Dr. Scott, le obsequió con un largo y profundo beso.
La sorpresa inicial remitió... Y aquel beso fue recibido con un estruendoso aplauso de todos los presentes mientras el último de los Ucornos se perdía de vista.
Continuara.
Relato de JUAN TERUEL RAMON.
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