martes, 10 de agosto de 2010

Star Trek: la saga de Spock

- Bienvenidos a la Academia de la Flota Estelar, caballeros.
- Gracias... Bones, Spock, os presento al Capitán David Forester, a quien tuve el placer de conocer durante su formación en la Academia.
- Es un placer conocerles. Si me acompañan al laboratorio les presentaré al resto de mi tripulación.

Poco después los tres veteranos se encontraron rodeados por un grupo de nuevos talentos de la Academia, jóvenes intrépidos que empezaban a recorrer el espacio tras varios años de formación.
- ¡Tripulación!... Descansen.
- Ya conocen al Almirante James T. Kirk. Estos son sus compañeros, el Doctor Leonard McCoy, y el Capitán Spock, embajador de Vulcano en la Tierra.
- Es un placer. – Dijo McCoy en nombre de los tres.
- Esta es mi tripulación: Mi timonel, Jana Akton. Geoff Corin, oficial de Armamento. Vanda M’Gia, mi primera oficial de comunicaciones... y estos son Jim Brady y Sturek, Ingeniero Jefe y Primer Oficial Científico. Ellos dos le podrán informar de todos los detalles de nuestro proyecto común, Almirante.
- Muy bien, Capitán Forester. No me gusta parecer impaciente, pero puesto que lo soy, ¿por qué no vamos al grano?.
- ¿Sabes, Jim?, te preguntaría qué es lo que ocurre, pero estoy seguro de que no me lo vas a decir.
- Todo a su tiempo, Doctor, todo a su tiempo.

Jim Brady abrió un pequeño armario, y de él sacó una caja pequeña, del tamaño aproximado de un tricorder científico. A continuación se la pasó ceremoniosamente a Sturek, quien la abrió.

- Ese artefacto me resulta sospechosamente familiar, pero no es exactamente como recuerdo los cerebelos artificiales.
- Eso es porque éste es un prototipo. A causa del Síndrome Seleya, el cerebro de Spock no puede enviar los impulsos necesarios para que su musculatura se contraiga. La miografías demuestran que toda su masa muscular está en un estado más que aceptable, pero empeora a cada día que pasa sin ser estimulada.
- El Almirante Kirk nos propuso que diseñáramos un sistema electrónico capaz de mandar los estímulos necesarios para que el cuerpo del Capitán Spock vuelva a funcionar. Sturek y Brady sostuvieron algunas de las mejores discusiones en la historia de la Ciencia antes de que el proyecto fuera viable, pero al final consiguieron desarrollar este dispositivo. Esperamos que si el Doctor McCoy lo implanta en la región occipital del Capitán Spock, nuestro pequeño invento será capaz de devolver parte de la movilidad perdida.
- Por supuesto doctor, sé que la intervención en sí ya es peligrosa, y las simulaciones que los señores Sturek y Brady han realizado preven un largo periodo de entrenamiento antes de que el dispositivo me permita mantenerme en pie.
- He calculado una recuperación mínima del 15% de la habilidad motriz.
- Gracias, señor Sturek. Si Spock está decidido a intentarlo, sé que tendrá una buena razón para asumir el riesgo.
- Por supuesto, doctor. Estimo que la posibilidad de un daño neural permanente se encuentra por debajo del 1%, por lo cual la alternativa lógica es el riesgo, por extraño que pueda parecer.
- De acuerdo entonces, señor Sturek. Antes de la intervención necesitaré que usted y el Señor Brady me den todos los detalles acerca del aparato. Mientras tanto creo que lo más indicado será que el Almirante y los demás empiecen a buscarme el instrumental adecuado... Y creo que tampoco nos vendría mal algún quirófano decente.
- Muy bien, Bones. Nos veremos mañana a eso de las diez en el centro médico de la Flota. Todo estará preparado para entonces.
- Hasta mañana a todos.

Al día siguiente, todos fueron puntuales. Allí estaban el capitán Forester y toda su tripulación. También la mayor parte de las leyendas vivientes del Enterprise. Desgraciadamente, faltaban Sulu, de nuevo en misión con el Excélsior, y Chekov, que había vuelto a su puesto en el Enterprise – B. La operación fue larga. El sudor aparecía en la frente de McCoy con puntualidad de reloj, y con la misma cadencia, iba siendo secado. Las manos eran expertas... con la facilidad y el peso de los años el doctor McCoy cortaba, conectaba y suturaba en la parte más desconocida e importante de todo Ser Humano. Con cada movimiento, el temor era más intenso, pero a la vez más soportable. Cada movimiento lo llevaba más y más hacia delante en un camino sin vuelta atrás, y McCoy no era un cobarde. Conocía su trabajo, y aunque siempre buscara las posibilidades menos arriesgadas, una vez en marcha nada podía evitar que llegara a su destino.

- De acuerdo, hemos terminado. El implante está hecho, ahora sólo queda esperar y ver los resultados.

McCoy se reunió con Kirk y los otros. Los dos veteranos se abrazaron, una vez más habían hecho todo lo que estaba en su mano.

Capítulo Seis
Amok Time

Spock miró hacia sus pies. Había una gran mancha de sudor. El dolor era penetrante, hubiera podido aislar su mente, expulsarlo, pero eso requería un alto nivel de concentración. El mayor dolor imaginable era infinitamente mejor que verse inmóvil en una cama. Spock apretó los dientes y dio una nueva orden mental a su cuerpo. Fue como si intentara mover un asteroide con sus manos. La piel parecía a punto de reventar con la tensión, parecía que no tendría suficiente líquido en el cuerpo como para expulsar una gota más de sudor, pero Spock no se rendía. Repitió la orden, multiplicó el dolor por mil y entonces ocurrió.
Su pie derecho tembló, su cuerpo pareció a punto de colapsarse, y después una pierna se desplazó lentamente hacia delante. Dos centímetros. La suma de sus fuerzas, su voluntad y toda la capacidad de concentración adquirida tras largos años de disciplina mental se reducían a eso: dos centímetros de movimiento en un cuerpo que se resistía a mantenerse de pie. Spock sonrió: lo había logrado. Luego cayó al suelo, sin sentido.

- Parece, señor Spock, que usted también es capaz de tener comportamientos ilógicos.
- Hola, doctor. Supongo que debo haberme desmayado... Sólo quería trabajar un poco más. Mi terapeuta sigue un plan para Humanos.
- Su terapeuta sigue un plan que mataría a un humano fuerte en menos de una semana. Y si usted sigue haciendo locuras, no creo que dure tanto como eso.
- Doctor, no puedo quedarme así. Toda una tripulación ha aplazado la adjudicación definitiva de una nave estelar para diseñar mi transmisor neural. Usted ha abandonado su retiro para implantármelo, y ahora soy yo quien debe hacer que funcione.
- Spock, por más que me alegre verle hablar por fin como un Ser Humano, no puedo estar de acuerdo con usted. Si continúa incumpliendo su plan de trabajo sólo conseguirá morir de una sobrecarga muscular. El aparato que usted lleva debe servir para que nadie más tenga que sufrir la inmovilidad forzosa. No es lógico que se arriesgue a que todo el proyecto fracase.
- Tampoco usted habla como acostumbra, doctor. Por eso seguiré sus indicaciones.
- Me alegra oír eso. Recuerde que hasta que no consiga un grado suficiente de dominio, estará contrayendo hasta el más pequeño músculo que tenga en ese cuerpo vulcano cada vez que doble el dedo meñique de la mano izquierda.
- Gracias, doctor, lo tendré presente.


CONTINUARA.


Relato de JUAN TERUEL RAMON.

No hay comentarios: