martes, 22 de marzo de 2011

De la ciencia ficción a la realidad científica, El inmortal

¿Trasladaremos muestra memoria a un cyborg, como en las obras de ciencia ficción, es decir, nos uniremos a la máquina? Lo vemos en la televisión, en los programas derivados de Star Trek. Pero estos son robots sin sentimientos. Aunque sabemos que los sentimientos están en el cerebro y no en el corazón.

Según Raymond Kurzweil, las computadoras podrán desarrollar conciencia, escribir libros, admirar obras de arte o crearlas, decidir éticamente, como lo hace la mente humana, incluso decir chistes. Todo esto en unos 30 años. Lo que es más importante: crearán computadoras más rápidas que ellas mismas. Finalmente, una solución sería vivir dentro de la máquina y para siempre. Esa transformación de la especie humana se llama Singularity, o traducido al español “Singularidad”. Hasta se ha creado una universidad con este título, patrocinada por NASA y Google.

Hay otros desarrollos en la biología para contener la degeneración física causada por la edad. Una enzima llamada “telomerase” revierte el proceso de la muerte de las células. Aubrey de Grey dice que el cuerpo humano es una máquina que se puede reparar igual que los autos considerados como antigüedades.

En ese sentido podríamos revisar las reflexiones de Jorge Luis Borges quien, como Homero, era ciego, en su relato fantástico El inmortal de su libro El Aleph (1949). ¿Cuánto se puede recordar cuando han pasado muchos años? ¿Es importante esa memoria? Los problemas filosóficos son inmensurables. El hombre inmortal podría convertirse en un troglodita, volver a las cavernas, según este relato. A la vez que el escritor juega con la idea de que Homero es inmortal por su propia obra, presenta la posibilidad de que viva en la carne en algún rincón del planeta, “el de los inmortales”. Conjeturando que sería maravilloso conocer a Homero, embarca a su personaje “Joseph Cartaphilus” en una aventura parecida a la de La Odisea, relatada en unas “memorias” que le regala a “la princesa de Lucinge” dentro del último volumen de la Iliada de Alexander Pope.

Ese relato lo identifica con Marco Flaminio Rufo, tribuno militar de una de las legiones romanas, quien se lanza a buscar el río de la inmortalidad en una legendaria ciudad, la de “los inmortales”, y se encuentra tras muchas fatigas con unas construcciones laberínticas rodeadas de hombres bárbaros comedores de carne de serpiente. Uno de ellos lo sigue como un perro, y por eso lo nombra Argos, como el perro moribundo de La Odisea. De repente llueve, y todos los de la tribu entran en éxtasis. Argos se recupera y confiesa en griego que apenas recuerda la “Odisea”, habían pasado mil cien años desde que la había inventado. Se da cuenta entonces Joseph - Marco Flaminio que los inmortales eran los bárbaros, que habían determinado vivir “en el pensamiento, en la pura especulación”. Es decir: solamente en el cerebro.

“Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal”, reflexiona el personaje romano. Al ser inmortales, perdieron el sentido de la curiosidad, del asombro, de la ilusión, de la piedad. Por eso ambos, él y Homero, se proponen descubrir otro río de donde beber la mortalidad. Porque “la muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres”, escribe el narrador, “todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso”.

olconnor@bellsouth.net


Gracias IMZADI por el articulo.


Fuente El nuevo herald.

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