Un artículo en la revista Time del 21 de febrero, 2045, el año en que el hombre se hace inmortal, de Lev Grossman, me hizo meditar sobre los descubrimientos acelerados de la ciencia que primeramente se percibieron de modo imaginado en la literatura de ciencia- ficción.
Cuando llegué a Estados Unidos en 1964, no sólo no existía la Internet, ni las computadoras personales, sino tampoco las maquinitas de escribir eléctricas, que no fueron ya de uso general hasta fines de los años 70. Tampoco había CD ni DVD. Tengo aún mis discos antiguos, los de 78 revoluciones, los de 45, por ejemplo un sencillo muy famoso, Come On Baby Light My Fire, de The Doors, de 1967, y los de larga duración (LP) de ese año, con las canciones de Frank Sinatra y de Olga Guillot, entre muchos otros.
Los programas de televisión eran típicos sitcoms, comedias derivadas en gran parte del invento del cubano Desi Arnaz y su esposa americana, Lucille Ball, I Love Lucy. Pero existía en la narrativa un género que se llevó a la televisión: la ciencia-ficción (science fiction), derivado de la literatura fantástica, de los que me agradaba muy especialmente el programa Star Trek, de Gene Roddenberry, que comenzó en 1966 y duró solamente unas tres temporadas. De este programa de culto surgió una ``fanaticada'' que pervive hasta el día de hoy, llamados los trekkies, y también otros programas y juegos que aún siguen vigentes. En el cine fue impresionante el filme 2001: A Space Odyssey, de Stanley Kubrick, de 1968, con un computador llamado ``Hal'' que tenía emociones y exterminó a todos en la nave con destino a Júpiter, menos al héroe.
Quién iba a pensar que en Jeopardy, de la cadena ABC, apareciera en el programa del 14 de febrero compitiendo junto a dos campeones otro ``Hal'', el robot ``Watson'' (con un cerebro electrónico inmenso detrás, por supuesto). Los concursantes humanos no tuvieron ni pizca de oportunidad. Como en la cinta 2001, el cerebro electrónico les iba a ganar. Con la diferencia de que esto no era una ficción literaria, era una realidad histórica.
Se sabe que las obras de ciencia-ficción de tecnología aparentemente imposible, se basan en investigaciones que llevan a la conclusión de que en algún momento serán posibles. En la novela Angeles y demonios, su autor Dan Brown coloca el eje de la trama alrededor de un tubo de antimateria conseguida en los laboratorios CERN de Suiza. Aunque es cierto que en ese laboratorio de partículas pudieran plasmar la antimateria, ésta no subsiste después de creada. Pero Brown me afirmó en entrevista que sería cuestión de años. Lo que no me dejó muy tranquila que digamos, porque en la novela se usa como fuente de posible destrucción. Y con ``Watson'': ¿a quién se le ocurre fabricar un instrumento que le gane al ser humano? ¿No han leído a Darwin?
Sin embargo, sabemos lo que sucedió con la energía atómica: la bomba. Y estamos rodeados de plantas eléctricas
nucleares. Son para la paz, pero todos mis vecinos y mi familia en Carlyle, Pennsylvania, sobrevivimos el desastre de la planta en Three Mile Island, que tuvo un escape en 1979. Doce días antes, el 16 de marzo, se mostraba la cinta The China Syndrome, sobre un desastre parecido, que informaba que el resultado es que haría inhabitable una zona del tamaño de Pennsylvania. De la ciencia-ficción en el cine pasé de pronto a una realidad muy tangible.
Gracias IMZADI por enviar el articulo.
Para saber mas ir a El nuevo Herald
Cuando llegué a Estados Unidos en 1964, no sólo no existía la Internet, ni las computadoras personales, sino tampoco las maquinitas de escribir eléctricas, que no fueron ya de uso general hasta fines de los años 70. Tampoco había CD ni DVD. Tengo aún mis discos antiguos, los de 78 revoluciones, los de 45, por ejemplo un sencillo muy famoso, Come On Baby Light My Fire, de The Doors, de 1967, y los de larga duración (LP) de ese año, con las canciones de Frank Sinatra y de Olga Guillot, entre muchos otros.
Los programas de televisión eran típicos sitcoms, comedias derivadas en gran parte del invento del cubano Desi Arnaz y su esposa americana, Lucille Ball, I Love Lucy. Pero existía en la narrativa un género que se llevó a la televisión: la ciencia-ficción (science fiction), derivado de la literatura fantástica, de los que me agradaba muy especialmente el programa Star Trek, de Gene Roddenberry, que comenzó en 1966 y duró solamente unas tres temporadas. De este programa de culto surgió una ``fanaticada'' que pervive hasta el día de hoy, llamados los trekkies, y también otros programas y juegos que aún siguen vigentes. En el cine fue impresionante el filme 2001: A Space Odyssey, de Stanley Kubrick, de 1968, con un computador llamado ``Hal'' que tenía emociones y exterminó a todos en la nave con destino a Júpiter, menos al héroe.
Quién iba a pensar que en Jeopardy, de la cadena ABC, apareciera en el programa del 14 de febrero compitiendo junto a dos campeones otro ``Hal'', el robot ``Watson'' (con un cerebro electrónico inmenso detrás, por supuesto). Los concursantes humanos no tuvieron ni pizca de oportunidad. Como en la cinta 2001, el cerebro electrónico les iba a ganar. Con la diferencia de que esto no era una ficción literaria, era una realidad histórica.
Se sabe que las obras de ciencia-ficción de tecnología aparentemente imposible, se basan en investigaciones que llevan a la conclusión de que en algún momento serán posibles. En la novela Angeles y demonios, su autor Dan Brown coloca el eje de la trama alrededor de un tubo de antimateria conseguida en los laboratorios CERN de Suiza. Aunque es cierto que en ese laboratorio de partículas pudieran plasmar la antimateria, ésta no subsiste después de creada. Pero Brown me afirmó en entrevista que sería cuestión de años. Lo que no me dejó muy tranquila que digamos, porque en la novela se usa como fuente de posible destrucción. Y con ``Watson'': ¿a quién se le ocurre fabricar un instrumento que le gane al ser humano? ¿No han leído a Darwin?
Sin embargo, sabemos lo que sucedió con la energía atómica: la bomba. Y estamos rodeados de plantas eléctricas
nucleares. Son para la paz, pero todos mis vecinos y mi familia en Carlyle, Pennsylvania, sobrevivimos el desastre de la planta en Three Mile Island, que tuvo un escape en 1979. Doce días antes, el 16 de marzo, se mostraba la cinta The China Syndrome, sobre un desastre parecido, que informaba que el resultado es que haría inhabitable una zona del tamaño de Pennsylvania. De la ciencia-ficción en el cine pasé de pronto a una realidad muy tangible.
Gracias IMZADI por enviar el articulo.
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