miércoles, 25 de agosto de 2010

La Saga de Spock

Spock sólo mentía a medias. Ya había forzado su cuerpo, ahora le tocaba el turno a su mente. No tenía ayuda de nadie para lograrlo, pero él sabía que el único modo de andar de nuevo pasaba por acostumbrar a su mente a que distinguiera de nuevo las distintas partes de su cuerpo. Algo tan sencillo como mover una pierna manteniendo relajados los brazos le resultaba ahora tan difícil como renunciar a recuperarse.
La Disciplina Mental de Vulcano era conocida y respetada en toda la Galaxia. Pocos eran, sin embargo, los que sabían sus fundamentos. Spock ahora ensayaba técnicas básicas y antiguas. Largo tiempo confinadas al terreno teórico... Comenzó recluyéndose dentro de su cuerpo, como si pudiera navegar por sus nervios y venas, adentrándose más y más, como quien acaba de llegar a una ciudad desconocida y se dedica a deambular hasta llegar a orientarse. Visitaba cada músculo, cada fibra escondida, pulsando y comprobando, trazando un mapa de aquellas partes desaparecidas de su control voluntario... En aquel momento, sonó el timbre de la puerta.

- Adelante.
- Espero no molestarle, señor Spock... He terminado de supervisar las reparaciones del USS Intrepid, y como Uhura aún estará ocupada un par de horas más he pensado que...
- Su compañía siempre es bienvenida, señor Scott. De haber llegado un poco antes se habría encontrado con el Doctor McCoy.
- ¿En serio?, espero que no...
- No se preocupe, señor Scott, era sólo una visita de rutina. Siéntese, por favor.
- Sabe señor Spock... – El timbre volvió a sonar.
- Adelante.
- Vaya, Spock, vengo a hacerle un poco de compañía, y me encuentro con que ya tiene una visita.
- Sí, resulta fascinante la capacidad de los Humanos para escoger el mismo momento para las mismas actividades... ¿Debo entender que usted también ha terminado sus tareas antes de lo previsto?
- ¿Qué tareas?, soy un oficial retirado de la Flota, ¿no lo recuerda?. No tengo tareas.
- Sin embargo, tanto el señor Scott como yo sabemos lo difícil que es que usted se mantenga desocupado... He oído rumores que hablan de una nueva incorporación al profesorado de la Academia de la Flota.
- Touché, Spock. Debo recordar que tiene problemas de movilidad, no de audición... Me han ofrecido el puesto de director. Sulu intenta convencerme para que lo acepte, y está haciendo un buen trabajo.
- En mi opinión, Almirante, debería usted aceptar. No es bueno que hombres de nuestra edad se mantengan solos y desocupados.
- Bueno, señor Scott. Usted procura evitar ambas cosas.
- Sí, señor. Usted lo ha dicho.

Durante un instante se hizo el silencio en la habitación, momento que Spock aprovechó para volver a su meditación. Entonces, Scotty intentó romper el silencio.

- ¡Diablos!, necesito un trago. He oído que el club de oficiales de la Flota acaba de recibir refuerzos, y creo que lo correcto es que los veteranos sean los que reciban a los recién llegados.
- Es una magnífica idea, señor Scott... ¿Nos acompaña, Spock?.
- Le agradezco su invitación, Almirante, pero creo que mi presencia provocaría más incomodidad de la necesaria. No es habitual ver una camilla en un bar.
- En ese caso creo que me quedaré aquí.
- Por favor, Almirante. No es necesario. Es más, si yo fuera humano lo consideraría una innecesaria muestra de compasión hacia alguien impedido.

Kirk conocía bien esa forma extraña que Spock tenía de expresar sus sentimientos sin dejarlos salir, por lo que no discutió, y se limitó a seguir a Scotty, que ya estaba junto a la puerta.

- Vendremos a verle mañana, Spock.
- Gracias por su interés, caballeros. Pueden estar seguros de que no me moveré de aquí.

Kirk y Scotty rieron abiertamente, dejando a Spock de nuevo con sus técnicas ancestrales, en busca de un cuerpo perdido.

Por su parte, Kirk y Scotty habían encontrado los refuerzos en el club de oficiales. Kirk seguía siendo fiel al Brandy Sauriano, y Scotty... Bien, la palabra cambio no estaba en su vocabulario, al menos mientras quedara Whisky en Escocia.

- Scotty.
- ¿Señor?
- Me preocupa Spock.
- Yo sin embargo lo he visto muy animado, casi no parecía Vulcano.
- Eso es lo extraño. En los últimos tiempos dejó de comportarse como nos tenía acostumbrados. Yo pensé que se debía a un proceso natural. Tenía la esperanza de que, fuera cual fuera el motivo, lo único que le pasaba es que empezaba a descubrir su mitad humana... Ahora ya no estoy tan seguro.
- Supongo que el doctor McCoy le podrá dar una mejor explicación, pero bajo mi punto de vista sólo hay un problema: usted observó el comportamiento de Spock, descubrió que cambiaba, creyó adivinar el motivo, y ahora descubre por fin que estaba equivocado... Eso no es ninguna tragedia.
- ¿Sabe, Scotty? Creo que tiene usted razón.
- Todo el mundo se equivoca, y mucho más cuando se trata de adivinar las razones del comportamiento vulcano.
- No me refiero a eso. Bones me dará una mejor explicación, así que vamos a llamarle.

Kirk se dirigió al intercomunicador, se identificó y envió un mensaje al Doctor McCoy, Leonard: “Acuda al Club de Oficiales. Le invito a una copa. Kirk”.

- Ya está, eso hará que venga pronto... Vaya, parece que ya está aquí.

Efectivamente, la puerta se había abierto, pero no fue el doctor McCoy el que entró. Scotty se dio la vuelta, y por un momento pensó en no volver a probar una gota de Whisky. Kirk también se volvió, y con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, sólo pudo decir:

- ¡Spock!

Era Spock, de pie, junto a la puerta. Sin pelo parecía más irreal, pero más alto y majestuoso. Llevaba una túnica oscura, la misma que durante tantos años llevara Sarek, su padre. Entonces ocurrió lo inimaginable. Spock comenzó a caminar. Lo hizo lentamente, como si acabara de aprender a hacerlo... De hecho, acababa de aprender. Con toda la naturalidad del mundo, se acercó a donde estaban Kirk y Scott, tomó una silla y dijo.
CONTINUARA.
Relato escrito por JUAN TERUEL RAMON.

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