jueves, 22 de julio de 2010

Star Trek: La Última Misión


Capítulo 8


El Viaje a Casa.


La imagen era ciertamente inusual. Todos vestían sus impecables uniformes de la Flota Estelar mientras discutían acerca del mejor momento de regresar al Enterprise. Sin embargo, la conversación tenía lugar en la sala de oficiales de una goleta inglesa, en el Año de Nuestro Señor de 1.579.

- Según el Señor Spock, la nave tardó unos tres segundos en colapsarse.
- Tres segundos coma seis, exactamente.
- Gracias, señor Spock... Como ya he dicho, la nave tardó aproximadamente tres segundos en colapsarse, por lo cual es vital una coordinación perfecta. Si fallamos en algo, la nave y nosotros mismos desapareceremos en el Espacio. Ahora, Scotty, dígame en qué condiciones se encuentra el Enterprise.
- Bien, la sala de transportación tiene los sensores fijos en nuestra posición actual.
- ¿Es posible calcular eso?
- No, pero cómo podemos escoger en qué lugar aparecer, mejor será que acertemos.
- Bien, Scotty. ¿Y para escapar de la Cinta?
- Antes que nada tendremos que activar los escudos. Después podremos salir.
- Pero...
- Pero como el deflector frontal está ajustado para el escape, no tendremos escudo en esa parte de la nave.
- De acuerdo. Nada más llegar, Spock, Sulu y yo nos dirigiremos hacia el puente y esperaremos su señal para escapar enseguida. Usted, Uhura y Chekov ocúpense de conectar los escudos desde transportación.
- Jim -dijo McCoy- no podrás llegar al puente en...
- Exactamente en tres coma seis segundos -intervino Spock.
- ...En poco más de tres segundos.
- Ahí entras tú, Bones. Debes transportarnos enseguida al puente, si no acabaremos más aplanados que el pelo de Spock.
- ¿Cuánto cree que durará toda la operación, Spock?
- Contando con que el doctor es un simple humano, creo que tardaremos... un par de segundos.

Las carcajadas volvieron a la tripulación. Spock había dejado de bromear desde que llegaron a la Cinta, pero ahora volvía a hacerlo.

- Entonces todo está claro. Con un poco de suerte, dentro de poco estaremos de vuelta.
- Jim, ahora que estamos juntos de nuevo hay algo que te quiero preguntar
- ¿Qué es, Bones?
- ¿Qué se siente al estar muerto? Este maldito vulcano nunca ha querido decírmelo.
- Ha sido terrible. He pasado todo este tiempo en mi nave, con mi tripulación y haciendo lo que yo he querido.
- Vamos Almirante -dijo Uhura- no pretenderá que nos creamos que se lo ha pasado bien.
- Lo más probable es que ni siquiera se diera cuenta de nada.
- Tiene razón en parte, señor Sulu, pero no todo ha sido así... La verdad es que en un primer momento tuve mucho miedo. Cuando vi cómo aquella pared, lo único que me mantenía a salvo, desaparecía, pensé: "Hasta aquí has llegado, Jim. Mañana sólo serás una placa en algún salón de la Flota". Después vino lo peor.
- La sensación de haber muerto.
- No Scotty... La de estar solo.

El silencio fue completo tras estas palabras. Sin decir nada, Jim se levantó de la mesa y se dirigió a cubierta. No había ya nadie allí. Cuando Spock le explicó que todo era producto de su mente decidió prescindir de los miembros no reales de la tripulación, pero el resto de la escena seguía allí. Llegó hasta la proa del barco y se puso a contemplar las estrellas, que brillaban en un cielo totalmente despejado.

- Si soy capaz de soñar todo esto, entonces también podré devolverlos al Enterprise.

- Ya tienes tu barco, Jim, ¿estás buscando ahora la estrella?
- ¡Bones! ¡Ojalá fueran de verdad! Las echo de menos, siempre pensé que sería feliz como capitán de barco, pero ahora me doy cuenta de que no necesito olas, sino estrellas. Mi mar no es éste, sino el Espacio.
- Creo que eso podemos arreglarlo

Bones sonrió, y al momento se encontraron de vuelta en el Enterprise, mirando por el ventanal del observatorio hacia las estrellas. Apenas habían pasado unas pocas semanas desde que la última vez que Jim había estado allí con Spock, y aunque ahora sabía que sólo era una ilusión parecía demasiado real para ser ignorada.
- Es fantástico este Nexus. Creo que voy a desear tener de nuevo veinte años para poder vivir una vez más.
- La única pega de la Inmortalidad...
- ...Es que es mortalmente aburrida... Lo sé. Sólo bromeaba. He tenido una vida que cualquiera podría envidiar.... Bueno, salvo tal vez ese monstruo inhumano que me ha metido en este lío.
- ¿Sabes Bones?, jamás pensé que Spock fuera capaz de hacer algo así. Podría haberlo esperado de cualquier otro, pero no de él... Supongo que no lo conozco lo suficiente.
- No creo que haya nadie que lo conozca lo suficiente.
- Sí, creo que tienes razón...
- ¿Jim?
- ¿Sí Bones?
- ¿Crees que lo lograremos?
- Escapamos de una cárcel Klingon, ¿verdad?
- Eso no contesta a mi pregunta, y tú lo sabes.
- Eso es cierto, no la contesta.
- ¿Y bien?
- Vamos con los demás, hay mucho por hacer todavía.
- ¿Que no conoce lo suficiente a Spock? pues ya actúa como él -masculló McCoy.

Dentro, todos los esperaban con impaciencia. Ahora volvían a estar de nuevo en la vieja goleta.

- Almirante -dijo Spock nada más entraron- he estado hablando con el señor Scott y ambos pensamos que la maniobra de transportarnos hasta el puente desde dentro de la nave es muy arriesgada.
- Ya lo hemos hecho antes, Spock.
- Sí Almirante, pero ni siquiera sabemos si los transportadores funcionarán cuando volvamos.
- ¿qué suguiere Zspock?
- Algo muy simple, señor Chekov, que volvamos a la nave en lugares diferentes. El Almirante, Sulu y yo mismo nos transportaremos al puente, mientras que Scotty aparecerá en la sala de máquinas para poner en marcha el motor desde allí. Uhura y Chekov irán con él por si acaso necesitara ayuda. Así evitaremos el peligro de que haya alguna conexión suelta.
- ¿Podemos hacerlo?
- Sí, señor Sulu. Lo único imposible sería volver al Nexus. Sólo tenemos una oportunidad.
- Bien, ¿y a qué esperan? Colóquense en posición, vamos a volver... Spock, una última pregunta: ¿Por qué Espronceda?
- Tenía que escoger a alguien no demasiado conocido y que además hubiera vivido después del siglo XVI, y tras esa época hay muy pocos poetas que hayan cantado a la vida en el mar... Entre todos ellos, José de Espronceda era el más adecuado.
CONTINUARA.

Relato de JUAN TERUEL RAMON.

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